Cuzco

La llegada a la ciudad fue complicadísima. Cuzco es una ciudad en la montaña, llena de calles empinadas y angostas donde no hay forma de voltear o echar reverso, se imaginarán lo que es moverse con Petra que mide 7,50 metros de largo por 2,30 de ancho y 3 de alto, un seis de enero en plenas procesiones y fiestas, con toda la gente de la ciudad y de las vecindades en su festejo, olvidándose totalmente de los andenes y tomándose las calles, liderados por los sacerdotes de cada parroquia y con los pasos del niño Jesús en hombros. La composición de lugar sería más o menos esta: tomamos una calle angosta como todas, pero bastante empinada, con carros parqueados a la derecha de la vía que solo dejaban el espacio justo para pasar. Vamos subiendo atrás de otros vehículos, por supuesto en fila, lentamente, cuando de pronto oh sorpresa! La calle es de doble vía y viene un camión bajando. Todos nos detenemos, el camión empieza a dar reverso para tratar de coger una callecita que se abre al lado derecho, de pronto, se detiene, acaba de aparecer un gentío con el cura adelante dirigiendo su procesión en medio de cantos y algarabía se toman la calle y nos obligan a detenernos en nuestro lentísimo ascenso y movernos un poco más a la derecha porque o sino nos cargamos al sacerdote y un buen grupo de fieles. No exageramos si les contamos que el carro que teníamos parqueado a la derecha, estaba a 3 cm de Petra y a la izquierda teníamos la multitud que seguía cantando, estorbando y vitoreando. Son de esos momentos en que no pasa nada por la calma, la habilidad y la destreza del choferazo que maneja este vehículo, que como por arte de magia y de iluminación, en minutos, cuando el camión finalmente logra tirarse por su callecita, deja atrás esa hecatombe y nos encontramos acabando de subir la cuesta y llegando a nuestro camping con todo el mundo sano y salvo, incluida Petra.

procesión en cuzco
procesión en cuzco

A 3.399 metros de altura encontramos la sabiduría de los antiguos incas, modelo de alta ingeniería incaica con la piedra como su principal material de construcción, rodeada de restos arqueológicos, levantada en la época de la colonia, con su plaza principal llena de balcones tallados de madera, galerías y ruinas de murallas incas, con su imponente catedral adornada de arte cuzqueño que tardó en construirse casi un siglo, que fusiona el estilo religioso europeo con los colores e iconografía de los artistas indígenas, es un gran legado histórico y arquitectónico. Allí, a un lado encontramos al  patrón de Cuzco, la imagen sacra del Señor de los Temblores, donada por el rey Felipe II de España que según cuenta la historia fue robada y reemplazada por el actual con rasgos de gente indígena y con piernas cortas. Es venerado desde que en 1650 ocurre un terremoto con movimientos que no paraban y la gente desesperada sacó la imagen en procesión y la tierra se tranquilizó. Desde entonces cada lunes, por si acaso, el santo es motivo de fiesta con comida y bebida, hasta tal punto que tuvieron que encontrarle un lugar hacia los lados de la Iglesia, que no es zona residencial, porque el desorden y la guachafita causados por el exceso de alcohol generan un verdadero lío en la ciudad.

Cuzco es de esos sitios que te agarra tan pronto lo ves, tiene personalidad, ha logrado mezclar la vivencia de la colonia con el mundo moderno, se hace querer y descubrir; cada callecita tiene su misterio, cada puerta su encanto, cada piedra su historia, cada barrio lo suyo, el de San Blas, sus artesanos, sus artistas populares, los pasillos del mercado de San Pedro llenos de pescados, frutas y verduras de intensos colores y sobretodo las más de 3.000 variedades de papa que hay en el Perú, los pequeños albergues, el muy agradable SPA, donde recibimos un masaje Chuaka merecido después del estrés de la llegada con esencias de Muña y Matico, el monasterio convertido en hotel, con su cartel que anuncia para la noche un programa de cena con ópera, al cual nos apuntamos. Llegamos al comedor principal que fue el refectorio de los jesuitas, que todavía mantiene el púlpito desde donde la soprano nos amenizó la cena con entrantes de quinoa con aguacate y balsámico y terrina de Foi grass con pan integral con pasas y mermelada de higos seguidos de un delicioso ceviche caliente de camarón y un corte de entraña a las finas hierbas, por supuesto acompañados con un Malbec aromatizado con frutos suaves y a descansar!

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