El investigador oficial de sitios en este andar de vida que tenemos, había encontrado que existía una ruta de ciclo turismo con un recorrido por dos países, llena de contrastes y de paisajes extraordinarios por las orillas de los ríos Vltava y Elba entre dos ciudades que son focos culturales en Europa: Praga, capital de la República Checa y de la región de Bohemia, y Dresden, capital de la región alemana de Sajonia.
Aquí tenemos que devolver la película unos cuantos años, cuando mi primer intento por aprender a montar bicicleta se dio en unas vacaciones, en una ciudad de Colombia llamada Ibagué, donde después de varios ensayos y sobretodo de salvar a más de un peatón de ser atropellado por ésta aprendiz, no importa donde estuviera porque lo perseguía como un misil dirigido, mis amorosos hermanos desistieron de su buena intención.
Siendo adulta, en República Dominicana en el Parque Mirador del Sur en Santo Domingo, intenté nuevamente con la ayuda de mi marido, experto montador de bicicleta y logré mantenerme en línea recta algunas veces, muy estresada y siempre con mucho miedo de no poder domar el caballo en el que estaba subida.
Ahora de vieja, un día estoy chequeando mi correo y encuentro uno que dice lo siguiente: Si usted tiene menos de 70 años y aún no sabe montar bicicleta nosotros le podemos enseñar! Inmediatamente pensé: clasifico. Así que esa misma tarde me dirigí al sitio, pedí clase para todos los días y pagué 15 de una vez para que me costara no ir. Aquí, como en los libros, doy mis agradecimientos a dos personas sin las cuales no hubiera sido posible que este aprendizaje se diera: Sofía, mi profesora, una mujer con libertad maravillosa dentro de su esencia, abierta de mente, que nunca me hizo sentir que estaba loca de optimismo al querer aprender lo que se aprende de niño y Carlos que amorosamente me esperaba con hielo y cremas para todos mis moretones en las piernas. El resultado, no tengo palabras para explicarlo ni gratitud suficiente con la vida; me abrió el mundo cuando ya creía que no había nada que lo hiciera, me permitió compartir con Carlos una actividad que nos llena a los dos, tener una movilidad diferente, acercarme a la naturaleza durante horas, sentir el viento en la cara por mi movimiento y sobretodo aplicar la enseñanza que años atrás me dio una tía de mi nuera, quien tenía 80 años y a quien le pregunté en nuestra conversación que hacía en su día a día y con mucho entusiasmo me contestó: aprendo chino porque es el idioma del futuro.
Gracias a lograr subirme y domar el potro mecánico hoy podemos hacer este viaje pasando ciudades con un innegable interés histórico y cultural, rodeados por la frondosidad de los bosques, conociendo los apacibles paisajes de las zonas aluviales alemanas, pueblos que parecen sacados de un cuento infantil, llanos con vacas y chivos de estrato 7 y la vida al lado de un rio con pequeños hostales para dormir, restaurantes, talleres para bicis y planchones para ir de un lado a otro, todo perfectamente documentado. Nosotros hicimos un pequeño trayecto de los 70.000 Kms de ruta para bicicleta que tiene Alemania, muchas de las cuales transcurren como ésta, a lo largo de los grandes ríos.
Pero no todo fue tan fácil, la información que leímos decía que “el recorrido tiene un perfil muy plano y sin dificultades técnicas, motivo por el cual es una ruta muy adecuada para hacerla en familia con niños”, siempre y cuando entiendas bien las indicaciones y no cometas el error de coger un camino de trekking, para caminar y no para las bicis. Este error nos costó 15 Km casi sin poder pedalear y una gran parte de ellos con la bicicleta literalmente al hombro. En cada curva del empinado y empedrado camino creíamos que nuestro suplicio terminaba pero pasaron varias horas de calvario hasta completarlo.
Volveremos alguna vez a continuar este camino “en bicicleta sin fronteras”.
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Ustedes dos son simplemente un ejemplo a seguir!!! Delicioso el paseo.
Otro sueño por vivir.!! besos
Delicioso paseo!… El mejor regalo de manejar bicicleta!… Gracias.
Alvaro