Icononzo

Sus primitivos pobladores los indios Chitanemas, Doas y Fusagasugáes fueron descubiertos por Gonzalo Jimenéz de Quesada. Luego algunos colonos juntaron las haciendas y crearon la comunidad de la Parroquia, mercadeando con la quina, planta medicinal para el tratamiento de la malaria, llamada asi por la condesa de Chichón (comunidad de Madrid) quien era la esposa del virrey del Perú. 

La palabra Icononzo proviene de la voz indígena Iconozue, que significa “rumor de aguas en lo profundo” y aunque este nombre fue dado en 1888, hasta hoy responde al murmurar de miles de cuerpos arrojados a su río en la época más sangrienta que ha tenido un pueblo por luchas políticas. 

Esta época es la que se conoce como La Violencia (1930-1958) que se desarrolló entre los partidos políticos liberal y conservador cuyos militantes eran llamados Chulavitas y Pájaros y que sin ser una guerra civil se convirtió en la más violenta barbarie que ha vivido Colombia, con cerca de 300.000 muertos en formas extremas, atroces, salvajes y más de una quinta parte de su población desplazada. Sus militantes se acogieron a una amnistía en 1958. Pero la insatisfacción de los campesinos continuaba en algunos asentamientos llamados Repúblicas independientes hasta que en 1964 el presidente (Guillermo Leon Valencia) decidió bombardear el de Marquetalia dando origen oficial a la guerrilla de la FARC. 

En Icononzo, patria chica del Mono Jojoy quien fue uno de los terroristas más sanguinarios de las FARC, se asentó el Frente 25 que ajusticiaba según su ley a quienes habían robado o cometido algún hecho que ellos consideraran no aceptable; obviamente no había ladrones pero si demasiados muertos, así que los campesinos deciden organizarse, cuidarse y desterrar a quienes no pertenezcan a la vereda. Hasta hoy mantienen un sistema de comunicación, que informan cuando no conocen el carro que inicia la subida hacia el pueblo.

En los años 20 del siglo pasado llegó mi abuelo a administrar por un par de años una de aquellas enormes haciendas donde permaneció el tiempo suficiente para el nacimiento de mi padre y donde nadie de la familia se quedó, ni se mezcló, ni hay descendientes en la región.

Desde muy pequeño el río fue parte de su vida. Bajaba desde el pueblo, atravesaba la enorme piedra que formaba el puente natural y se sentaba horas a verlo, a escucharlo y con su cañita de palo sacaba pequeños cuerpecitos lisos que eran sus compañeros y el mejor regalo para su padre, que por fin sonreía ante aquellos movimientos del agua en su pequeño cubo.

Un día, escuchó que el río estaba rojo corrió hasta llegar a donde su mejor amigo y la imagen que encontró nunca se quitaría de su memoria. Agazapado atrás de una piedra vio las volquetas que en fila esperaban y empezó a escuchar los cuerpos, los pedazos de carne, los gritos desgarrados de mutilados, las cabezas, los brazos, las piernas caer, hundirse y flotar en su amigo querido.

Su corazón de trece años, grande, inocente y confiado se rompía dentro de su memoria también a pedazos,  ahora su confidente era un río de llanto, de terror, de pánico.

No lloró, de pronto todo se secó, se sentía como un desierto inmóvil, ni siquiera humedad en sus ojos, su cerebro se paralizó en esos instantes , su memoria grababa y grababa, la conciencia de todos sus sentidos convirtió el color rojo del agua en olor a sangre, solo escuchaba el sonido desde ahora inconfundible  de aquellos bultos cayendo, entrando, sus ojos habían perdido el parpadeo, su saliva espesa amarga que no podía tragar y sus puños apretados clavando las uñas en la palma  de su mano le permitieron no enloquecer.

Cuando su padre, a quien nunca volvió a ver, lo echó del pueblo a buscarse su sustento para alejarlo de un sitio tan violento, corrió y corrió sin mirar atrás; no se despidió de lo que más quería lo llevaba destruido en sus recuerdos. Así entendió siendo apenas un niño qué era la violencia, pasó días meses sin noción del tiempo, escondido entre maizales en cada persecución de cualquiera de los grupos armados para salvar su vida haciéndose el muerto, aprendiendo a no moverse a no expresar, a tratar de olvidar aferrándose a quien lo pudiera salvar, caudillo o militar.

Sobrevivió, fue un gran trabajador, una buena persona, respetuoso de los demás, prudente, proveedor, con los demonios del dolor y la violencia dentro, teniendo paz cuando se acercaba, siempre que pudo, al agua, a sacar cuánto cuerpo liso picó su anzuelo. Un día su corazón pasmado, asustado y cansado de recordar, se paró sin protestar, sin reclamar, solo descansando de oír los gritos desgarradores convertidos en aullidos, los motores de los camiones al llegar, el inconfundible recibimiento de la carga en el cementerio fluvial, siempre abierto en su memoria.

Un comentario:

  1. Una violencia ABSURDA. Que tristeza….

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