Nabusimake

La primera sorpresa para ir a La tierra  donde nace el sol fue llegar a un Valledupar arborizado y de gente muy amable, la segunda fueron las tres horas del durísimo camino, que está en condiciones iguales o peores al que debieron recorrer en mula los evangelizadores por allá en 1750. 

En Colombia existen cientos de paraísos terrenales, pero pocos conservan la arquitectura, las costumbres y las tradiciones de este pueblo indígena considerado la capital espiritual por la comunidad arhuaca.

Llegar a un lugar sagrado siempre inspira respeto y reflexión; éstas aproximadamente 60 casas, con sus calles perfectamente delimitadas y rodeadas por una gran muralla de piedra que se ubica al borde del Río Fundación, a 2.000 metros de altura, nos invitan  a entender los valores, las tradiciones y las costumbres de estos seres humanos rodeados de majestuosos paisajes con bosques vírgenes e imponentes montañas. 

Los bohíos construidos con bareque, caña brava y barro están pintados de blanco con sus bases en piedras sacadas del río y con techos de paja humeantes cuando son tocados por el sol de la mañana. No podemos dejar de imaginar durante la noche las fogatas, los bailes y las caminadas bajo la luz de la luna que baña la magia de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Este pueblito nos hace sentir varios siglos atrás cuando vemos caminar por sus diminutas calles estos seres con su manta como traje, su cabello largo, sus mochilas cruzadas tejidas artesanalmente en lana de oveja por las mujeres, simbolizando el útero, la femineidad, la fertilidad y con su inseparable poporo, su calabazo seco donde guardan el polvo de conchas de mar, triturado con una flor amarilla llamada moroche, que por medio de un pequeño madero llamado sokunu lo introducen en el calabazo y luego en la boca donde lo mezclan con el ayu, la palabra arhuaca para la hoja de coca y así viven en un viaje de mambe y coca los indígenas de la Sierra Nevada. 

El poporeo se remonta al siglo I después de Cristo y su utilización es fundamental para el hombre en el paso de la niñez a la edad adulta. Al finalizar un ritual en el cual el niño de trece años debe mantenerse despierto, sentado, con el poporo en sus manos y escuchando a los mayores durante 4 días, tendrá finalmente el permiso oficial de ser un aruhaco respetado por todos, podrá sentarse junto a los mayores, a los abuelos, a los mamos  quienes son considerados sabios, médicos, sacerdotes y jueces y discutir sobre el universo y los problemas de su comunidad. 

En la actualidad, San Sebastián de Rábago como la llamaron a su llegada los españoles está protegida por Los Mamos y los semaneros (policías tradicionales de los arhuacos) quienes no permiten el ingreso para preservar sus tradiciones, así, que tuvimos que presentar todas las credenciales, enviar varios emisarios y hacer acuerdos y  negociaciones hasta con el presidente del cabildo indígena. Situación que sin duda nos ayudó a reflexionar sobre la importancia de la conservación de la naturaleza y el sentido de la vida en esta sociedad de consumo que no se detiene. 

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