Por aquí sigue su camino el Volga, el río que permite extensas playas en sus orillas, que hacen que sus habitantes se sientan en un mar de agua dulce, con su amplio paseo, su verde refrescante y sus distracciones de cafeterías, terrazas y parques infantiles.
Esta es una ciudad que respira un aire soviético especialmente por su arquitectura, sus tonalidades de gris y solo una que otra construcción moderna.
La historia que aquí cuentan dice que Samara era en esa época la segunda capital (hemos visto varias que nos han dicho que son segundas así que no sabemos cuál en definitiva lo fue o si las movían permanentemente) y que tenía una gran importancia porque había varios bunkers, entre ellos uno para Stalin al que nunca vino, y además se construían aviones y armas. Tal vez todo ese conjunto de infraestructura es lo que todavía se siente en el ambiente, porque la gente y en especial los 6000 voluntarios que participan para el buen funcionamiento del mundial de fútbol han sido súper amables y dispuestos a guiar y ayudar; porque definitivamente la falta del idioma en este país hace todo muy difícil. Muy poca gente habla algo de inglés y la mímica a veces lleva a algunos malentendidos, como cuando Carlos fue a la peluquería y le hizo con la mano la mímica de poquito y el peluquero por poco le quita hasta las orejas porque entendió que muy cortico.
Dentro de este entorno nos dedicamos a buscar un restaurante típico ruso y nos encontramos con esta maravilla en todo el sentido de la palabra. Un edificio viejo, donde hace 100 años había una farmacia y que en la revolución en 1917 fue expropiado y convertido en un multifamiliar. Cuando terminó la era soviética fue abandonado y así estuvo hasta el 2007 cuando Olga y su marido lo alquilaron y empezaron a armar el encanto de los años 40 que tiene el KIPIOK. Este es un ejemplo de lo que ha pasado con los comercios que se abrieron después de la caída URSS.
Obvio, mi relacionista público invitó a la mesa a la dueña y así nos enteramos que, el restaurante es un reflejo de esta familia tan especial que vive en filosofía zen, es decir, no tienen televisión, escuchan música, meditan, buscan su paz interior y tratan de hacer del mundo un lugar mejor. Su hija lleva 7 años cantando ópera ahora tiene 15 y quiere ser cantante de jazz, seguidora de Billie Holliday, se piensan mudar a Slovenia donde puedan poner un restaurante ruso y que la niña pueda ir a estudiar a Gratz, Berlín o Viena, ya que en Rusia no hay estudios para este tipo de música. Toda una familia de la Rusia moderna.
Nos despedimos después de haber comido una deliciosa Donskaya Uhka soup (pescado y salmón) y panqueques con caviar rojo y continuamos nuestro viaje, no entre el pasado que es solo un recuerdo, ni poniendo a trabajar nuestra imaginación para el futuro, sino tratando de aplicar lo que nos recordó Olga: vivir apasionante lo que tenemos: el aquí y el ahora.
Los aficionados del futbol vean el siguiente video.
Una ciudad menos calida … Donde el himno colombiano lo canto todo el estadio…. Jajajajaja, maravilloso restaurante!!! Gracias por el reportaje
Buen camino…..