Llanos Orientales

Los Llanos Orientales de Colombia fueron parte de nuestra vida durante 10 años. Cuando nos conocimos por allá en el año 1973 Carlos recién había comprado la finca El Cedro, en compañía de un gran amigo, 3000 hectáreas entre Puerto López y Puerto Gaitán con unos atardeceres en las sabanas llaneras que hacían alucinar. Mis primeras vacaciones sin mi mamá fueron al Cedro recomendada a mi suegra, quien gracias a Dios no se dedicó a cuidarme. 

En esos años era un territorio seguro, de jinetes llaneros, marcada de ganado, pesca en el río Meta, baile de joropo, ternera a la llanera y así todas las vacaciones o fines de semana largos nos aventurábamos a las 12 y a veces 15 horas (con alguna pinchada de llanta que no faltaba) entre Bogotá y el Cedro. 

Allí conocimos personajes como Gabriel Carvajal, padre de siete mujeres, llanero de pura cepa, quien fue el primer administrador de la finca y socio en la Bonga, la primera bomba de gasolina en varios kilómetros. La casa original era un ranchito que fuimos convirtiendo en un sitio más grande y acogedor con todas las limitaciones que tenía estar a esas distancias: nevera de petróleo, estufa de leña, planta de gasolina para tener algunas horas de luz. La alegría de estar en esa naturaleza tan salvaje y hermosa superaba la cantidad de insectos, especialmente unos llamados coloraditos, muy pequeños, que no veías y que te picaban produciendo un escozor que hacía que literalmente te destrozaras las piernas rascándote, sapos y ranas de todos los tamaños, algunos tan grandes como ladrillos, murciélagos enormes, culebras venenosas llamadas cuatro narices que usualmente estaban en el baño porque les gusta la humedad, y también, conejos, dantas, patos, venados, chiguiros, osos hormigueros eran parte del día a día de nuestro paraíso. 

Las historias vividas en este nirvana salvaje son innumerables. Imagínense entrar a bañarse en un baño sin techo, con las ramas de un árbol dando la sombra, donde vivía una iguana gigante que observaba muy atentamente las diferentes actividades que allí pasaban y a la que ya saludábamos. Poner shampú en el cabello, abrir la llave de la ducha y obligado cerrar los ojos para que no ardan y mientras estirar la mano para tomar el jabón que está a una distancia fácil y agarrar un cuerpo frío, resbaladizo y baboso representante de una especie de sapo llanero y por supuesto tener la reacción inmediata de salir corriendo dando gritos, olvidando por completo que el cuerpo está desnudo y no parar hasta que tu marido logra alcanzarte y taparte con una toalla.

O estar una tarde relajados disfrutando la brisa y la vista de la sabana llanera y llegar el muchacho que ayuda a informarnos que en el caño de la Emma a unos 200 metros de la casa hay una culebra güio que tiene la particularidad de enrollarse en su presa, estirarse, asfixiar y romper huesos al pobre que agarró, llámese humano o animal. ¿Quién duerme esa noche tranquilo? ¿Quién sale a caminar? Así que se decide armar operación culebra, dispararle a la cabeza y tratar de sacarla del caño, labor nada fácil por el tamaño del animal, solamente con el tractor se logró sacarla ya que tenia 7 metros de largo. 

Como olvidar las jornadas para marcar el ganado una vez al año. El espectáculo de los jinetes al amanecer recogiéndolo y trayéndolo a los corrales, las expresiones, los cantos, la arriada, la calentada de los hierros, la impresionante marcada con el correspondiente muir del ternero y luego normalmente cuando alguno se hace daño para entrar al embudo es sacrificado y preparada una deliciosa ternera a la llanera, acompañada de cerveza, aguardiente llanero y un grupo tocando el cuatro, el arpa, los capachos y cantando un sentido joropo.

Con estos recuerdos quisimos volver nuestros pasos y salimos hacia Villavicencio. La primera sorpresa la salida de casi dos horas de una Bogotá que ha crecido sin detenerse; la carretera es un espectáculo de montañas que mantienen su belleza y señorío a pesar de estar perforadas en varios kilómetros por diferentes túneles. En hora y media estuvimos en Villavicencio, luego seguimos hacia Puerto López a donde llegamos en una hora y luego otra hora al Cedro. No podíamos creerlo en 3 horas y media estábamos en la puerta de la finca pero sin saberlo, nos pasamos, la última hora no reconocíamos nuestro llano, ¿dónde estaban las sabanas llaneras? ¿El ganado? ¿Los atardeceres infinitos? ¿El embrujo llanero? Ahora nuestra vista se estrellaba en el borde de la carretera con cultivos tupidos de caña, con bosques de eucalipto, con árboles de caucho. La enorme fábrica de biodiesel está 4 km. antes del Cedro, por eso nos pasamos, entre el irreconocible paisaje y aquella planta imponente de zona industrial y nuestras sabanas tupidas de caña, pasamos el caño de la Emma y llegamos a la Bonga, la bomba de gasolina cerrada y acabada y de pronto en el fondo aparece una linda mujer, la tercera hija de Carvajal, aunque en nuestra época era una niña, recordaba y sabía nuestra historia y comprendió nuestra nostalgia. Compartimos dos días maravillosos con ella en los que nos contó que si madre y hermanas están todos bien, pero que la violencia del país acabó con su padre, que ella prepara y sirve almuerzos para los empleados de la planta de biodiesel, que no sabe quiénes son los dueños del Cedro, que de vez en cuando aparece el cuidandero, que del río Meta aún le traen pescados Babosito y Apui con el que hace el famoso plato de Amarillo a la monseñor con camarones y salsa de champiñones, que vive sola y tranquila porque los paramilitares y la guerrilla ya abandonaron el territorio.

Nos fuimos recordando las palabras de la canción de Joaquin Sabina : “al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver ..” 

7 comentarios:

  1. Que maravilloso relato!! Se siente el amor y la nostalgia de los años vividos y de los recuerdos que se sembraron con tal fuerza que la fuerza de los años no los ha logrado disipar. Muy lindo!

  2. CARVAJAL!! Solucionador de Todo y apoyo infinito. Gracias por contar una etapa de sus vidas con tanta realidad y amor…..y mil gracias por que a través del Cedro nos sembraron el amor infinito por los Llanos y su naturaleza. Me quedo con los recuerdos Pre-industrialización. Deje asi!!!

  3. Gracias, así nos quedamos todos, con los recuerdos maravillosos e imborrables

  4. Que belleza este viaje al pasado… Comimos chiguiro, lapa, monte en burro.. Mi querido pulecio….las fogatas, la salada del ternero para conservar la carne nuestra comida por 1 semana… Los zapos inolvidables… Gracias gracias hermosos recuerdos. Como dice la frase :Eramos felices y no lo sabiamos.

  5. Luisa Fda Salazar

    Que lindo relato.

  6. Que bello relato y que linda experiencia poder volver aunque con las sorpresas de la “civilización” siento que lleno un espacio de sus almas.
    Valentía es lo que transmite este relato …

  7. Agradecería su colaboración para unir nuevamente a una persona que se separó de su familia y su ultimo lugar juntos fue La Bonga

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