Varsovia

Varsovia es conocida internacionalmente por haber dado su nombre a diferentes pactos, tratados y convenciones que tenían como fin evitar el rearme de la República Federal Alemana, regular el tráfico aéreo, o realizar la primera aproximación entre el oeste capitalista y el este socialista, entre Alemania y Polonia para definir por fin sus fronteras.

Desde el punto de vista de la guerra es muy conocida porque en su suelo se llevó a cabo el Levantamiento del gueto de Varsovia en 1943,  la mayor rebelión contra la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, en la cual fueron ejecutados más de 200.000 civiles y destruidos el 85% de los edificios de la ciudad, especialmente su centro histórico.

Para 1940, las tropas nazis habían ya tomado Varsovia, continuado en la matanza de civiles y creado el gueto más grande, de los 400 establecidos por el régimen, para confinar a todos los judíos de la ciudad, de otras regiones de Polonia, deportados de Alemania y otros países y que además sirviera como tránsito para el destino final hacia el campo de exterminio de Treblinka.

Imaginemos un distrito urbano, aislado, cerrado con muros, rejas de alambre de púas, portones y ventanas sellados, con condiciones insalubres y miserables, con raciones alimenticias de 184 calorías por día, donde el hambre, la escasez crónica, los inviernos duros, y la falta de servicios públicos haciendo estragos entre epidemias y muertes y en este ambiente seres humanos marcados e identificados, sin esperanza, llegando al borde de la desesperación, hasta rebelarse y enfrentar el ejército nazi en abril del 43.

Ante la rebelión la reacción de los alemanes fue enviar 2.100 soldados a acabarlos, pero los judíos los recibieron con pistolas, fusiles y explosivos logrando que los nazis echaran hacia atrás y que no pudieran arrestar a los sublevados. Un segundo ataque decidió entonces quemar los edificios donde fallecieron muchos y otros se suicidaron. Fueron entonces capturados 56.000 judíos entre los que murieron y los que fueron enviados al campo de exterminio de Treblinka.

Llegamos hasta el Museo Judío de Varsovia, un moderno edificio hecho en vidrio y cobre, una luz que ilumina el espacio público, construido en el lugar donde estaba el gueto, en el centro del barrio judío, terreno literalmente de ceniza humana, y nos reconforta ver el concepto con el que ha sido creado: dar a conocer los mil años de historia y convivencia de este pueblo en las tierras polacas, una comunidad judía muy numerosa debido a la libertad religiosa que se ofrecía y que llevó a que en el siglo XVI en Polonia viviera el 80% de la población judía total del mundo.

Impresiona profundamente este museo que explica la tragedia de manera sobria y casi de forma abstracta, un ejercicio de memoria, algunos, pocos, objetos, como una granada y un ladrillo de los combatientes judíos recuperados de las ruinas del gueto, paredes que se estrechan, un puente que recrea el que pasa sobre el gueto y una escalera con nombres de otras calles que en cada peldaño sugiere las redadas barrio por barrio.

De la misma manera, con la fuerza de los testimonios, se recuerda la actitud tibia general de los polacos con sus compatriotas judíos, como se leen en la exposición las palabras del poeta Adam Zagajewski. “Pocos arriesgaron sus vidas, algunos denunciaron a los judíos o los asesinaron ellos mismos y la mayoría permaneció indiferente a sus sufrimientos”. Igual se recuerda que la ayuda a los judíos durante la ocupación estaba castigada con la muerte.

Dialogando con el Museo justo al frente se encuentra el famoso monumento de 1948 a los héroes del gueto ante el que el canciller alemán Willy Brandt se arrodilló en un gesto histórico de perdón en 1970.

La zona vieja en donde late el corazón de la ciudad con cierta perspectiva, nos sorprende con un increíble panorama de rascacielos asomando por encima de los tejados rojos del antiguo centro. Los edificios históricos coexisten armoniosamente con la arquitectura moderna y dejan ver la otra cara de la capital. La energía, la belleza y la riqueza histórica de esta ciudad se funden con su dinamismo actual.

Hoy, como lo dice la Unesco, Varsovia es “ejemplo destacado de reconstrucción casi total de una secuencia histórica que se extiende desde el siglo XIII hasta el siglo XX”.

También descubrimos la ciudad musical por el gran personaje: el compositor y músico Frydéryk Chopin, que nos llamó enormemente la atención por los 15 bancos de piedra negra con el plano labrado de sus ubicaciones que corresponden a los lugares emblemáticos de la vida del compositor y si además presionas un botón suena un fragmento de una de las obras compuestas por él.

Pocos sabrán que el símbolo de la ciudad de Varsovia es una sirenita con escudo y arma y en pose combatiente. Su leyenda es hermosa y para los curiosos aquí la reproducimos:

Hace ya más de mil años, que por las frías aguas del Báltico, dos sirenas hermanas, de naturaleza curiosa, decidieron vivir una aventura. Ambas nadarían hasta llegar al territorio de los humanos, y después de esa experiencia, regresarían juntas con los suyos, a no ser que…
Una de las hermanas decidió navegar, hasta llegar a las costas de Dinamarca, y allí, hoy la podemos ver sentada en una roca a la entrada de Copenhague. La otra, llegó a Gdansk, pequeña ciudad polaca donde el río Vístula desemboca, y su curiosidad infinita, la hizo navegar río arriba.
Cuentan los más sabios, que la sirenita salió a descansar a la arena, en un recodo del río a orillas de lo que sería una gran ciudad y entonces era tan sólo una aldea sin nombre. Tanto le gustó aquel lugar, que decidió quedarse a vivir allí.
Los pescadores de la zona, al ver que alguien durante su pesca agitaba las aguas y creaba olas, embrollaba las redes y liberaba a los peces, decidieron capturar a tan dañino ser, y terminar para siempre con el problema.
Pero al oír sus bellísimos cantos, dejaron sus planes y todos y cada uno se enamoraron de la sirenita SAWA. Ella, en agradecimiento, todas las tardes cantaba a la puesta del sol.
Un día, un ambicioso mercader, paseando por el Vístula vio a la sirenita, y decidió capturarla y encarcelarla para presentarla en los mercados y ganar una fortuna con tan extraño ser: mitad mujer, mitad pescado. Y así lo hizo.
Los llantos de la sirena encarcelada, fueron escuchados por un pescador humilde, fuerte, hermoso y valiente: WARS. La vio y ambos se enamoraron. Una noche, ayudado por otros compañeros, rescató a Sawa, para volver a soltarla en las aguas del Vístula.
La sirenita, en prueba de su gratitud, les prometió que siempre que fuera necesario ella estaría allí para defenderles con su espada y escudo.

Un comentario:

  1. Algo fuera de lo normal, que increíble relato garciamarquiano.!
    Gracias

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