Buscando un sitio alejado de las ciudades encontramos la Reserva Ecológica el Ángel, donde gracias a los Polylepis podríamos pasar unos días que nos inundarían de magia.
Bueno el camino se complicó muchísimo más, miren lo que pasó
Gracias a la ayuda del ángel de la reserva, que estamos seguros andaba por allí, apareció la única camioneta del día en este camino y con su ayuda pudimos conseguir un tractor para ayudarnos a salir de donde estábamos, seguir subiendo al páramo rodeados de montañas de frailejón y llegar finalmente al parque del Polylepis lounge.
No sabemos ustedes pero nosotros no teníamos ni idea que existían los Polylepis, que también se llaman queñua o quewiña. A medida que nos acercamos y los vamos viendo sentimos que nos adentramos en el bosque encantado de Maléfica donde en cualquier momento saldrá un duende a saludarnos. Sus troncos extendiéndose hacia el horizonte, hacia el cielo, hacia la tierra, hacia nosotros, llenos de capas muy finas que cuelgan como mil hojas de piel rojiza en este ambiente frío, húmedo y cubierto de neblina presagian una experiencia mística.
Caminamos entre ancianos duendes Polylepis de 2000 años y que crecen sólo un milímetro por año, con la sombra de un inexistente sol al que la montaña no le permite saludarnos. Iniciamos pidiendo permiso a la tierra para entrar y empezar a disfrutar de esta naturaleza entre selvática y misteriosa, donde crece desde la Cicuta para Sócrates o como medicina naturista, la Flor de Bomaria que es tan venenosa que ni los pájaros la comen, la Valeriana que lo que sirve es la raíz, las hojas no tienen ningún efecto, el Cacho de venado que desinflama el corazón y el riñón, la Arquitecta el árbol recto que más se utiliza para construir porque no se pudre con el agua, las aterciopeladas y suaves Orejas de conejo que sirven para la sinusitis y en épocas anteriores para cubrirse del frío y donde viven las 4 especies de ratones de hasta 6 cm el más grande y cuyo tallo son las hojas secas formando el maravilloso Frailejón, las Bromelias con sus flores que salen de las hojas, la Achupalla que es la comida del oso de anteojos, el Sunfo que es la coca ecuatoriana y por supuesto cientos de los 47 tipos Polylepis, especialmente el Incana que es el único en el mundo y que aquí se encuentra.
La palabra SPA para nosotros tiene un imán especial así que después de 5 horas de caminata llegamos a Jacuzzi, baño de vapor y algo que no conocíamos: El Cajón, hecho en madera con una puerta para que entres y justo quepas sentado y con una palanca al lado derecho en el que tú regulas el vapor y para que el calor se concentre la parte superior del cajón tiene una tapa que te cierran y te dejan solo la cabeza afuera; la sensación es estar cerca a la guillotina pero gracias a su exquisito aroma de eucalipto fresco y del ritual sanador consistente en 2 minutos en la caja con todo el vapor y después una juagada de agua helada por seis veces, nos recuperamos de cualquier cansancio.